Lamenting broken bodies at Auschwitz-Birkenau memorial and museum

Los líderes de la FLM depositaron una corona de flores durante la visita de los delegados y delegadas de la Asamblea a los antiguos campos de concentración nazis

(LWI) – El Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, donde fueron asesinadas más de un millón de personas, principalmente judías, junto con otras personas que el régimen nazi consideraba peligrosas o indeseables.

En el tercer día de la Asamblea de la Federación Luterana Mundial (FLM) en Cracovia, los delegados y las delegadas pasaron la tarde visitando el memorial y museo de los antiguos campos de concentración. En pequeños grupos, recorrieron las cámaras de gas, pasaron por los hornos donde se quemaban los cuerpos y vieron restos de cabello humano, ropa y objetos personales que se quitaba a las víctimas cuando se las enviaba a morir.

En el Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, frente a un muro donde fueron fusilados numerosos prisioneros, el presidente de la FLM, arzobispo Dr. Panti Filibus Musa, y la secretaria general, Rvda. Dra. Anne Burghardt, depositaron una corona de flores, acompañados por el Obispo Adrian Korczago, de la diócesis de Cracovia de la Iglesia Evangélica de la Confesión de Augsburgo en Polonia, donde se encuentran los campos. Los dos líderes de la FLM elevaron la oración “para que no permanezcamos indiferentes”, a fin de que “lo que presenciamos aquí no se repita jamás”.

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LWF delegation at Museum and memorial of Auschwitz-Birkenau

LWF President Archbishop Dr Panti Filibus Musa, LWF General Secretary Rev. Dr Anne Burghardt, Presiding Bishop Jerzy Samiec of the Evangelical Church of the Augsburg Confession in Poland, and Bishop Adrian Korczago of the Cieszyn diocese lead participants in a moment of prayer at the Death Wall at the Memorial and Museum Auschwitz-Birkenau as they visit as part of the programme of the LWF Thirteenth Assembly. Photo: LWF/Albin Hillert

¿Hasta cuándo, Jehová?

“Somos conscientes de que no todo el mundo está familiarizado con la historia de Europa y la Segunda Guerra Mundial”, dijo Korczago, “pero vemos Auschwitz como un símbolo universal de las diversas tragedias y atrocidades que afectan a personas de todo el mundo. No se trata solamente de un hecho que ocurrió hace casi 100 años, sino de algo que sigue sucediendo en distintas regiones del mundo”.  

En el Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, al final de la visita, los delegados y las delegadas caminaron en silencio por un “sendero de oración”, marcado en el suelo con un trozo de tela gris anudada a intervalos para asemejarse al alambre de puas que todavía rodea los campos. En un punto del camino, se invitó a los y las visitantes a marcar con un sello de tinta la tela con las palabras “¿Hasta cuándo, Jehová?”, el grito afligido del rey David recogido en el Salmo 13.  

En otro momento, se repartieron entre los y las visitantes flores secas para desmenuzarlas y esparcirlas por el suelo arenoso, antes de congregarse para cantar un Kyrie, la tradicional oración cristiana de lamento. En palabras del salmista, oraron: “De lo profundo, Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”.

Korczago dijo: “Para nosotros, el mensaje más importante de esta visita es hacer reflexionar a la gente sobre el hecho de que no puede permanecer pasiva, no puede quedarse indiferente ante las maneras en que se tortura y persigue a la gente por su religión, su género u otros aspectos de su condición humana. Al presenciar estas imágenes tan brutales y traumatizantes, de tortura y muerte, esperamos que los y las visitantes puedan reflexionar sobre los distintos tipos de persecución que se dan en el mundo actual”.

La visita al Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, dijo, es parte integrante de la Decimotercera Asamblea de la FLM, que se centra en el tema “Un cuerpo, un Espíritu, una esperanza” [Efesios 4:4]. “Si todos formamos parte del Cuerpo Único”, subrayó, “no podemos ser insensibles ante el sufrimiento de otro miembro o de un grupo de miembros. El Espíritu Santo tiene el poder de conmover nuestros corazones para que no permanezcamos indiferentes y seamos más claros en nuestra comprensión del sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos”.

Al caer la noche, los últimos delegados y delegadas se alejaron, volviendo sobre sus pasos junto a las vías del tren que llevó a la muerte a tantos hombres, mujeres, niños y niñas. Cada grupo dejó un farol junto al lugar donde se habían parado a rezar, conscientes de que al día siguiente volverían a reunirse para un momento de confesión compartida, ya que el tema de la Asamblea pasa del lamento por los cuerpos rotos a la promesa de los corazones nuevos. El obispo Korczago concluyó: “Depositamos nuestra confianza en Cristo, sabiendo que la esperanza prevalecerá, incluso ante tanta crueldad y maldad como la representada aquí en Auschwitz-Birkenau”.